Licenciado Domínguez
Bajo esta premisa, el Licenciado Domínguez hace uso de la ilustración, la astucia y los juegos del lenguaje para desplegar ante el espectador un cotorreo lógico que desafía la percepción. Es un cabreo de la representación, casi heredado del positivismo lógico, que provoca en algunos una reacción visceral, mientras que en otros genera un doble vistazo, como si nos encontráramos, por azar, con un sobre de queso amarillo en la bolsa del pantalón. Y, al igual que con ese objeto insólito, lo único que podemos hacer es sacarlo, contemplarlo y, asombrados, sonreír.
La secuencia lógica de su propuesta parece seguir una estructura casi wittgensteiniana: p → q (si p, entonces q). Esta lógica no solo describe el mundo a través del lenguaje, sino que ofrece una llave para entender hasta lo más absurdo, como ese queso en el bolsillo. Su obra se desdobla, entonces, en una serie de eventos que, aunque puedan o no haber ocurrido realmente, encuentran en el lenguaje una vía para ser comprendidos. De la misma forma, las secuencias lógicas que se encarnan en sus imágenes pretenden hacer ampolla en la corteza del espectador. Es en este punto donde entra la peculiaridad del Licenciado: su afinidad por la pareidolia, esa capacidad humana de ver formas en las nubes, espantarse con un saco colgado o, en un gesto casi místico, reconocer a Jesús en un pan tostado.
Aunque a primera vista su humor parezca fortuito o azaroso, existe un código de secuencias propio, un algoritmo tan particular que podría desconcertar cualquier bot, inteligencia artificial o replicante que se someta a su escrutinio visual. En ese sentido, su trabajo se convierte en una suerte de prueba de Turing para el robotismo autómata de nuestra era, donde el espectador tiene la libertad de apropiarse de sus propuestas visuales, ya sea para disfrutar de ellas o, en un arrebato de frustración, refunfuñar un “¡Ah, qué pinches bromitas!”. Independientemente de la respuesta que se elija, ambas alimentan las condicionales del ejercicio, una secuencia en 0/1, un sí frente a un no, donde la medida ya está dada.
Este planteamiento sigue la lógica de un IF-THEN-ELSE, como un script que se despliega en su obra. Lo esencial aquí es asumir el rol de participante dentro de este juego lógico, un juego que en su inmediatez se revela más como una cascarita, un partido improvisado donde el espectador es invitado a entrar sin temor a ensuciarse las rodillas. Y por cierto, algo que pocos conocen del Licenciado es que fue futbolista, delantero. Quizás de ahí provenga su inclinación por el juego y la dinámica de la interacción. Aunque, claro, tal vez sea solo un chisme, como los círculos de Euler.
Mario Martínez